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Las puertas de los ríos se abren
y el palacio es destruido.
Llevan cautiva a la reina,
le ordenan que suba,
y sus criadas la llevan
gimiendo como palomas,
golpeándose sus pechos.
Nínive es como un estanque
cuyas aguas se escapan.
Gritan: “¡Deteneos, deteneos!”,
pero ninguno mira.

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